En lo alto del abismo,
más arriba de la Morada Impenetrable,
cercado por truenos y rayos,
descansa en perpetua soledad.
Nacido en lo profundo del Lago,
mecido en los brazos de Poder,
sus ojos poco a poco se fueron abriendo,
rugió un fragor de anochecer.
La multitud dormía en aquel día,
el Cielo fue testigo de alto honor,
el Cosmos se agitó de inmenso miedo,
emergió el Soberano Prístino del Albor.
Siete puertas convergen en el Umbral,
nueve gotas ambarinas penden de cada
una,
once las bocas famélicas que amedrentan,
diez los pensamientos que confunden en
la bruma.
Toda la naturaleza enmudeció de frío,
su éter imperceptible se quebró al
instante,
la Hija del Silencio se deslizó entre
cantares,
cayeron velozmente los torrentes
boreales.
AHORA te encuentras desorientado,
participas sin quererlo de la
Revelación,
el torrente de la Ciencia ante ti se ha
desplegado,
el Ojo de la Sabiduría ha mostrado su esplendor.
Tu mundo no es más que un sueño
olvidado,
la marabunta de Seres os miran con
compasión,
habéis arrinconado la Maravilla de la
Inteligencia,
sois turba enloquecida henchida de
desolación.
En la HORA prevista sonará el Doble
Cuerno,
atronará la Voz del Hombre Sin Velo,
sucumbirá el traidor con fulminante
desmayo,
amanecerá el Innacido del Profundo Rayo.
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