En el abismo inescrutable
mis pasos mascan alas,
el horizonte desapareció
y ésta mujer que tú conocías,
al tártaro rodó.
El huracán me hizo añicos,
despedazó mi entendimiento,
el antiguo y roído,
el NUEVO al fin respiró.
(Sonido
de olas)
¿te lleva la corriente?
¿chusma ridícula?
Eres el Rey de las Estrellas,
Soberano del Púlpito Naciente,
Arconte Indestructible,
el único Dios posible,
Majestad de Majestades,
Príncipe sin Principio,
la Alegría y el Amor,
¡levanta el rostro guerrero!
¡te habla tu Señor!
¡¿Cómo es posible?! Me dices.
¿Acaso importa? Digo yo.
Aparta cuantos pensamientos
en éste momento te arroben,
ellos te engañan y humillan
¡qué imperfectos que son!
Si al vagón del Infinito
tú quieres penetrar,
amordázate ante el averno
y observa tu temor,
persigue feroz al enemigo
no le des ni un solo segundo,
acósalo si es necesario
busca su rastro.
Sé salvaje en tu ataque,
róbale la destreza
¡y no huyas, no!
La Danza del Ocaso es imparable
¡y Dios es el danzante mayor!
Como bailarín en místico frenesí
¡tú, habrás de seguirle!
Entretanto aparta los obstáculos
esos que no te dejan bailar,
TÚ eres un eterno regocijo,
deliciosa sonrisa eternal.
¿Por qué te afliges amigo?
¿dónde buscas la felicidad?
Afuera sabes que no está,
y ¿adentro, quizás?
El mundo para ti es resbaladizo
y tú para el mundo mortal,
¿dónde encontrarás el silencio?
¿dónde la paz?
¡Ponte en pie oyente!
Todavía eres muy delicado
pero tan poderoso como el rayo,
vengo a devolverte la memoria
de tu magnífico legado,
¡no te revuelvas!
Haz sólo esto:
lánzate al vacío depredador
deja que te coma el adversario
y resurgirás heroico e invicto,
impávido ante el matador.
Y sigo danzando
muy próxima al peligro,
mas la amenaza me motiva
¡a seguir bailando!
.
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